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Susana Condori: “Cuando dicen que no podré,
sólo me dan fuerzas para lograrlo”
Rafael
Sagárnaga
Publicado el
04/07/2021 a las 16h09
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Los logros que suele alcanzar en los escenarios María Susana
Condori Kantuta marcan un contrapunto a las adversidades que le ha
puesto el destino. Seguramente, por ello también es frecuente que la
inviten a dar charlas motivacionales en diversas instituciones. Basta
considerar que a los nueve años ya una tragedia le marcó un antes y
un después en su vida. Recuerdo con el que empezó la entrevista que
le concedió a OH!.
—Entiendo que usted se vio ya de muy niña alejada de
sus padres y hermanos. ¿Qué pasó?
—A mis nueve años quedé huérfana de padre. Él y mi madre
trabajaban como obreros de la fábrica (textil) Soligno y éramos
siete hermanos. A esa edad me fui a vivir con mis tíos por parte de
mi madre y con mi abuelita. Entonces empezó ese calvario que
probablemente vive todo huérfano. Resultaba doloroso ser sobrina y
ser la empleada de la casa al mismo tiempo. Si hacía quemar algo,
tenía que comer lo quemado, mis errores eran delitos, y como castigo
no debía comer o cosas así.
De niña, una no entiende bien las cosas. Lo peor llegó cuando
murió mi abuela, a mis 11 años, que era quien me cuidaba, protegía
y daba algunos recreítos cuando iba al colegio. De hecho, sólo
cursé colegio hasta quinto de primaria. En la casa, a una la hacían
sentir como si fuera una carga para la familia de mi madre. Siempre
aparecía una prima que me regañaba o me quitaba la ropa, y por
último tenía que andar con la ropa de la abuela. Así empecé a
trabajar muy pequeña, no conocí, por ejemplo, eso que son los
festejos de Navidad en familia.
—Usted que tiene fama de ponerle el pecho a las balas,
¿cómo combatía esa pesadumbre y soledad?
—En una de las paredes de mi cuarto estaba pegada la foto de
Roberto Carlos. Lo veía emocionada con la sensación de cantar ante
un auditorio. Para mí, él se volvió como mi ángel guardián
porque una vez soñé que me hablaba y me mostraba mi camerino. Esa
vez no tenía idea de lo que es un camerino, pero era igual a lo que
años más tarde conocí. Igual ahí en mi sueño había personas muy
amables que hablaban y me trataban bien.
Internacional: Condori ha participado
en varios largometrajes internacionales, acá en Lo peor de los
deseos de Claudio Araya.
—¿Entonces tuvo un sueño premonitorio cuando era niña?
—Sí, soñar con Roberto Carlos fue algo maravilloso. Siempre
recuerdo ese sueño, esos lugares que en mi vida no había visto.
Pero muchos años después conocí a esa gente buena que te trata
bien y la vi en las producciones. También sabía, presentía, que
ese sueño en algún momento iba a ser realidad.
—El sueño cristalizó años después. ¿Qué hecho
importante vino luego en su juventud?
—A mis 16 años fui mamá. Inicié mi vida de pareja. Mi esposo
era un poco mayor. Empezó también una vida sacrificada en la que
tuvimos que apoyarnos ambos. A veces había trabajo, a veces no, y
entonces ambos teníamos que ver cómo traer la comida a la casa. La
vida fue avanzando así. Él es mecánico, yo he realizado labores de
limpieza y otros trabajos en diferentes casas. Hemos tenido tres
hijos.
—¿Y realizó algún otro tipo de estudios o sólo se
quedó con lo aprendido hasta quinto grado?
—Decidí culminar mis estudios, no me caía bien que mi esposo
me llame “analfabeta” o diga que si no era bachiller, no servía
para nada. Entonces me saqué tiempo y estudié en las escuelas
nocturnas para adultos en los CEMA (Centro de Educación Media
Acelerada). Luego, hasta hice vestibulares para la carrera de
Ciencias Políticas en la Universidad Mayor de San Andrés. Pero era
complicado seguir porque los hijos también ya tenían que estudiar y
había muchas responsabilidades.
—¿Fue ahí donde tal vez empezaron sus primeras
actuaciones o salidas a los escenarios?
—No, yo primero ingresé a los centros de madres. Nos ayudaban
con azúcar, aceite… pero también nosotros teníamos que responder
cocinando comidas tradicionales. Y además nos pedían que realicemos
investigaciones culturales.
Un día, en un centro de madres de la zona norte de La Paz, las
compañeras me dicen: “Tú, Susi, puedes, haz una poesía”. Y me
dije: “Bueno, ya pues, saldré”. Y actué ante las mamás.
—¿Y algún debut ante más público y cámaras?
—Sí, una vez hubo un concurso auspiciado por Entel, en la plaza
Abaroa, con televisión, animadores y todo eso. Dijeron: “¿Quién
se atreve a bailar?”. Me atreví y me puse a bailar ante tanta
gente.
—Presumo que esa predisposición para salir a los
escenarios también la trabajaba en casa cantando, bailando y
actuando, seguramente a solas. ¿Es así?
—Sí, siempre me miraba en el espejo como buscando algo más.
Incluso cuando estaba embarazada de mi tercer hijo trataba de ver
cómo me podía salir cantar o bailar. Ahora lo veo a mi hijo ya
grande, de 29 años, y me emociono al recordar cómo bailaba con él
en mi panza. Incluso, a veces, lloraba, tal vez por estar sensible
por el estado de gestación.
Años después, ya también en casa me ponía algunos karaokes y
cantaba para afinar la voz. Luego, actuaba y recitaba cada vez más
frecuentemente en los clubes de madres. También fue complicado.
—¿Por qué?
—Mi mamá y también mi esposo me reclamaban porque yo salía
cada vez más frecuentemente a esas actividades. Me decían: “¿Te
pagan?”, “¿de eso vas a vivir?”, “qué va a decir la gente”,
“estás loca”, “estás descuidando la casa”, pese a que yo me
organizaba para que nada falte. Alguna vez hasta tuve que mentir.
—Y un día, cuando ya había pasado sus 45 años de
edad, decide presentarse a un casting. ¿No es cierto?
—Un día un amigo, Sergio Tarqui, en 2005, me dice: “Susi, hay
un casting, puedes ir”. Yo respondí: “Ya, ya pues, iré, aunque
no entendía bien ni qué era un casting. No sabía con qué
indumentaria ir. Entonces opté por prestarme el buzo deportivo de mi
hija. Cuando llegué me reclamaron por qué no había ido vestida de
pollera. Me obligaron a volver a casa y vestirme con pollera y luego
me dieron 10 minutos para que prepare mi papel.
Era para el docuficción Bartolina Sisa, dirigido por don Demetrio
Nina. En el casting debía interpretar a una campesina que había
perdido a su esposo, a sus hijos y a su ganado. Me fue bien, aunque
sentí que fueron 10 minutos eternos. El día de la actuación me fue
mejor aún y actuamos con mucha voluntad y sentimiento. Luego, me
llamaron para otras producciones, actué como Manuela, la esposa de
Santos Marka T’ula (el luchador reivindicacionista aymara).
Luego, el profesor Luis Zamorano me invitó a aprender sobre la
materia. Después apareció el director Miguel Huarina y realizamos
más filmes y participamos incluso en Fuego de Libertad, realizado
con motivo del Bicentenario de la gesta libertaria paceña (2009).
Recuerdo que en la promoción del filme nos trataron mal y me fui a
quejar hasta el presidente Evo Morales.
—¿Quién las trató mal?, ¿Qué pasó?
—Nos dividimos en grupos. Yo y una compañera fuimos a la
entrevista de la red PAT vestidas con los trajes de la actuación,
como indígenas, a las 6:45. Luego, a las 8:45, llegaron quienes
actuaban como damas antiguas. Pero a nosotras nos dijeron que
esperemos y a ellas que pasen. Les encaré, les dije que nosotras
éramos actrices, que por qué pensaron que yo no sabía expresarme,
y nos fuimos.
Más tarde, coincidía con la inauguración del túnel de la plaza
San Francisco. Mientras se preparaba el acto, llegaron unos hombres
de negro y me pidieron que me aleje. No sabía para qué era, estaba
enojada por lo de PAT, y me resistí un poco. De pronto, llegó el
presidente Evo Morales. Tanta era mi rabia que me acerqué a él y le
conté lo que había pasado en PAT. Puso su mano sobre mi hombro y
llamó a su jefa de protocolo.
Ella me dijo que no me preocupe y me dio una invitación para la
cena que hubo en el hotel Radisson al día siguiente. Pensaba que era
broma. Pero al día siguiente fuimos con el protagonista principal,
que hacía de Pedro Domingo Murillo, y fue una linda cena.
—¿Y cuándo la buscaron otras productoras?
—Bueno, luego nos invitaron a realizar unos spots sobre la
Guerra del Agua en la zona del puente Lipari. Ahí ya, sí, nos
pagaban. Nos trataron muy bien. Luego, vino una productora extranjera
(Rogue) que filmó Blackthorn. Trabajé como extra. No me importaba
el puesto, sino participar, conocer a la gente, estar cerca de los
actores principales.
Paralelamente realizábamos, con Miguel Huarina y su productora
(MiguelIdea), la producción propia y con gran esfuerzo. Luego,
trabajamos en Los últimos, del argentino Nicolás Puenzo, Lo peor de
los deseos (de Claudio Araya), Virgen de Urkupiña del director
peruano Leónidas Zegarra, Cuando los hombres quedan solos (Fernando
Martínez), también en spots como el del Dakar.
En Bolivia es difícil hacer cine. Sólo cuando llega una
productora extranjera participar es como sacarse la lotería, pero
uno tiene que sacarse la mugre en el casting. Se compite con muchas
personas y muy buenos actores. No es fácil, hay que poner mucha
energía. Además, algo que me ha favorecido es que nunca me quedo
sentada esperando mi escena. Siempre he tratado de ayudar, a recoger
los cables o al catering, ayudar en todo.
—¿Y el premio del año 2017?
—Fue en la competencia del proyecto 48 horas. Ganamos el primer
premio, entre 23 competidores acá, con el cortometraje Sarjañani
(“Vamos” en aimara), dirigido por Iverint Franco López
Churquina. Fuimos a recibir el premio al festival Filmapalooza que se
realizó en Francia. Una experiencia maravillosa. Allí competimos
con los 153 filmes de otros países.
Y tuvimos que hacer otro cortometraje. En esa parte ya salimos en
el puesto seis. Luego fuimos a Bruselas, Bélgica, participamos en un
homenaje a Matilde Casazola, después viajamos a Malmo, Suecia,
Conocimos teatros, escenarios de cine, aprendimos mucho. El viaje
duró 45 días. Luego, viajé a México, con el proyecto Cluster
Audiovisual donde participa Iverint Franco. Participé en tres
cortometrajes en la ciudad de Aguas Calientes.
—Tras semejante trayectoria, ¿cómo reaccionó cuando
fue elegida en el casting para la Reina del sur?
—Hubo como 30 postulantes. Ya me invadió una fuerte emoción
cuando nos enviaron el zoom para que mandemos el diálogo. Ahí
decía: “Reina del sur”. Uhhh. Eso repetía en mi cabeza, era una
emoción algo desconocida. Luego de que envié los dos videítos por
celular, pasaron como 10 días. De pronto, me llaman y me dicen:
“Susi, has sido elegida para La Reina del sur. ¿Estás
asimilando?”. Yo dije: “Sí, sí”. Pero estaba solita en la
casa y al levantarme casi me caigo. Fue una emoción muy fuerte,
bonita, pero difícil de describir.
—Con el paso del tiempo, ni quién ya le desaliente
cuando se anima a algo. ¿No es cierto?
—No, más bien, recuerdo siempre a una señora para la que
trabajé: doña Lita Ríos de Zapata. Ella siempre me apoyaba y hasta
cuando sabía que tenía que ir a algún compromiso me decía que
deje mi labor y vaya. La admiro y agradezco cómo se ha portado
conmigo. Y sí, soy perseverante. Aún quiero llegar más lejos,
no importa que tenga 62 años. Y cuando alguien me dice que no podré,
sólo me da fuerzas para lograrlo.
—Roberto Carlos, quien en su sueño la llevaba por
camerinos es su cantante favorito. ¿Quiénes son sus actores
favoritos y por qué?
—Russell Crowe, de El gladiador, y Jackie Chan son mis
favoritos. Quizás porque saben pelear, saben caer y saben
levantarse.